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Crisis financiera: hace dos siglos y medio el escocés Adam Smith fue agorero
25 de Septiembre, 2008, 17:43
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Por Fernando Del Corro (x) Una
de las curiosidades del paquete de salvataje al sistema financiero
propuesto por el presidente George Walker Bush al Congreso de los
Estados Unidos de América es que, dentro de los 700.000 millones de
dólares estadounidenses que saldrán de los bolsillos de los
contribuyentes de ese país, una parte está destinada a pagar las
indemnizaciones para la burocracia gerencial de las empresas quebradas,
los mismos corresponsables de esta crisis contemporánea, seguramente a
corto plazo la más importante de la historia del capitalismo a escala
planetaria.
El hecho ya ha merecido algunas protestas,
sobre todo del lado de la bancada demócrata en el parlamento de ese
país, algo que responde a un hecho de estricta justicia más allá de que
para algunos puedan existir especulaciones electorales de cara a los
comicios presidenciales a realizarse dentro de dos meses ya que los
afectados por la explosión de la burbuja inmobiliaria, no contemplados
en la propuesta de Bush y su secretario del Tesoro, Henry Paulson, son
varios millones y los gerentes a solucionarles la vida una cantidad
poco significativa a la hora de contar sus votos.
Pero
este estallido y la propuesta de Bush-Paulson de salvataje a los bancos
y a los responsables del desastre y no a los endeudados (más allá de
que en su afán consumista hayan sido parte necesaria de todo eso), da
lugar a algunas reflexiones sobre el colapso de un capitalismo
gerencial curiosamente previsto dos siglos y medio atrás por un
pensador escocés (economista, filósofo y astrónomo) llamado Adam Smith,
padre del liberalismo, quién en 1776 dio a conocer su obra cumbre:
“Análisis de la naturaleza de la causa de la riqueza de las naciones” o
simplemente “La riqueza de las naciones”.
Cuando hoy se
habla de “neoliberalismo” se propugna un esquema económico que Smith ya
había cuestionado porque se trata de una regresión al mercantilismo
imperante durante un siglo y medio anterior a él. Naturalmente Smith
representaba a la emergente burguesía industrial británica y a las
nuevas concepciones tecnológicas surgidas de centros académicos como la
Universidad de Edimburgo (Escocia) a la que estaba ligado. No era un
revolucionario y tres cuartos de siglo después recibió los ataques del
emergente del nuevo proletariado, el alemán Kart Heinrich Marx.
En
medio de la crisis actual estos clásicos vuelven a tener vigencia, como
algunos otros. Sin embargo el caso particular de Smith merece una
revalorización como visionario no ya de las grandes transformaciones
sociales, sino del devenir del propio capitalismo en el cual la
innovación tecnológica debía jugar el rol decisivo, como lo planteó a
partir de su famoso análisis de una fábrica de alfileres. Y en este
caso en particular de la crisis contemporánea surge su pronto olvidada
advertencia sobre los riesgos que implicaba para la salubridad del
sistema la burocracia gerencial.
Este tema está
ampliamente desarrollado en el Capítulo V de “La riqueza de las
naciones” y hasta fue motivo para que el parlamento británico
sancionara, en su momento, una ley regulatoria de las sociedades
anónimas que trabó la posibilidad de que los gerentes llegaran a los
directorios de las empresas ya que se estableció que para ocupar esos
cargos hacía falta ser un accionista con un capital no menor a las mil
libras esterlinas. Una cifra realmente importante para aquella época,
unos cuantos millones de nuestros tiempos.
En ese texto
Adam Smith hizo un estudio del funcionamiento de varias empresas
importantes de su época y remarcó los problemas que se fueron generando
en algunas de ellas como resultado de los manejos de los gerenciadores
y así reclamó la sanción de las normas sobre el funcionamiento de las
sociedades anónimas. Su idea central era la de defender a los
inversores, a los propietarios de las acciones, como forma de
garantizar el sostenimiento del sistema. Algo que si bien tuvo eco en
su momento luego fue olvidado tapado por la nueva lucha de clases entre
capitalistas y asalariados.
Pasaron casi dos siglos y
hacia los años 1960 otro gran economista, también defensor del sistema
capitalista, como el estadounidense John Kenneth Galbraith, asesor del
presidente John Fitzgerald Kennedy, retomó el tema de la cuestión
gerencial para advertir sobre los riesgos que implicaba para el
porvenir de las empresas. En un extenso trabajo en la materia advirtió
sobre el traslado de los ingresos empresarios a los bolsillos de los
directivos en desmedro de los accionistas. Hasta cuestionó la vida
fastuosa de los gerentes que incluía el naciente uso de aviones
privados.
Hace unos años algunas empresas comenzaron a
mostrar los resultados de todo ello. Enrom comenzó la lista en los
Estados Unidos, seguida por World Com, y algo después estalló el caso
Parmalat desde Italia y no faltaron otros casos menos resonantes. Y aún
antes y ya vinculado a las burbujas financieras, aunque no
inmobiliarias, desde Singapur estalló el caso de los derivativos que
determinó la quiebra de la inglesa Baring Brothers, aquella emblemática
firma del cuestionado préstamo a la Provincia de Buenos Aires otorgado
en 1822 por gestión de Bernardino de la Trinidad González Rivadavia.
La
Baring Brothers , que estuvo a punto de quebrar en 1889 por culpa de la
Argentina y que debió ser salvada por el Banco de Inglaterra se cayó
definitivamente en 1995, pero los negocios de los derivativos
prosiguieron y hoy suman unos 60 billones (millones de millones de
dólares estadounidenses) impulsados por los seguidores de Nick Leeson,
el gerente responsable de la bancarrota de la Baring. Algo de lo que
por ahora se habla poco pero que puede sumarse, explosivamente, a la
crisis financiera desatada en torno de las llamadas hipotecas
“subprime”.
Otro gran economista, en este caso inglés,
John Maynard Keynes, también capitalista, siete décadas atrás que
cuando una persona le debía mil libras esterlinas (que ya valían
muchísimo menos que las de la ley de Smith) a un banco y no le podía
pagar estaba en problemas, pero que si debía un millón y no podía pagar
el que estaba en problemas era el banco. Hoy hay millones que están en
esta última posición y por eso el sistema está en problemas pero, en
tanto, además del salvataje a los bancos, se impulsa indemnizar a los
que instrumentaron todo esto junto con todos los teóricos
“neoliberales”.
Claro que estos operadores del
capitalismo gerencial podrán no conocer ni interesarse por estas
historias al igual que los “académicos” a los que repiten; es probable
que tampoco estén preparados para pensar sobre estas cuestiones, pero
lo cierto es que fueron muy eficaces para operar en los mercados con
vistas a sus intereses personales, aunque desataran esta crisis de
impresionantes dimensiones y esa capacidad para operar, ligada al
manejo de influencias, seguramente es lo que ha hecho que una vez más
sus personales intereses hayan sido incluidos a la hora del salvataje
de lo que provocaron.
(x) Periodista, historiador,
docente en la Facultad de Ciencias Económicas (FCE) de la Universidad
de Buenos Aires (UBA). De la redacción de MERCOSUR Noticias. |
Publicado el ( Jueves, 25 de Septiembre de 2008 )
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